19 dic 2022

Mangos pa'la gente que sabe comer y pa'la gente que no sabe comer.


Chulucanas es la tierra del mango por excelencia, de esto pueden hablar los entendidos en las variedades de la fruta, tipos de suelos, climas y etcéteras de las que no tengo el menor conocimiento; pero que puedo afirmar que el fruto del mango en Chulucanas es delicioso, empezando desde los chililiques hasta los no sé qué nombres tienen, lo afirmo.

Lo que quiero contar rapidito y cortito es de una señora que vendía estas frutas a la llegada del expreso Sudamericano cuando su paradero era en la Plaza de Armas de la ciudad y llegaba a eso de las 3 de la tarde o a la hora que podía o le daba la gana, unas veces con el conductor manejando y otras con él empujando; pero llegaba. Esta señora estaba a la espera del carro cargando sobre su cabeza una bandeja o tina de aluminio llena de todo tipo de mangos y cuando veía llegar al ómnibus corría a las quitadas con otro poco de vendedoras que anunciaban sus productos por las ventanas del vehículo y ella gritaba "mangos pa'la gente que sabe comer y mangos pa'la gente que no sabe comer".

Si hay necesidad de explicarlo "mangos pa'la gente que sabe comer" eran aquellos no fibrosos, deliciosos que tenían la dureza adecuada para comerlos delicadamente hasta cortándolos con tenedor y cuchillo conservando intacta la blancura de tu ropa. Los "mangos pa'la gente que no sabe comer" eran y son aquellos fibrosos que apenas los mordías salía disparado un chorro de amarilla, fragante, pegajosa y dulce miel de rosas que te embarraba desde los ojos hasta tus rodillas y saliendo de regreso por tus fosas nasales escurría hacia tus codos y tú, con la ropa manchada hasta las medias y zapatos, no podías espantar el enjambre de abejas y avispas que te seguían hasta el infinito queriendo aprovechar también de la dulzura del potaje.

No soy exagerado y no miento, como todo piurano, cuando cuento.



25 nov 2022

CUANDO NACÍ TODOS REÍAN, YO ERA EL ÚNICO QUE LLORABA. ME HE PROPUESTO A VIVIR MI VIDA PARA QUE CUANDO YO MUERA TODOS LLOREN Y YO SEA EL ÚNICO QUE SONRÍA. ANÓNIMO

7 ago 2022

LAS SANTIGUAIS

Cuando ya era adulto, me encontré en Piura con un hombre que después de pocos minutos de conversación recordé que habíamos estudiado juntos en el Colegio Don Bosco, en Castilla, el primer año de secundaria. Yo lo recordaba, pero él a mi no. Así que se me ocurrió contarle lo siguiente: Como todo salesiano sabe las misas eran casi todos los días, además de los ensayos del coro de la iglesia y las lecturas perfectas sin saltarse puntos ni comas de las Sagradas Escrituras para la ceremonia dominical. Todo esto era desarrollado en la capilla del colegio que estaba ubicada al fondo cerca del campo deportivo. En cierta ocasión apareció colgado de la parte más alta de la puerta de entrada de la capilla un panal enorme de santiguais, temidas avispas conocidas por su agresividad y poderoso veneno. Al término de cada servicio en la capilla algunos de los muchachos siempre nos demorábamos a propósito en retirarnos para, sin ningún control, arrojarles piedras a ver si el panal caía, lo hacíamos con mucho miedo y preparados para salir corriendo en caso eso sucediese. Un día no recuerdo por qué motivo yo, el piña, demoré en salir y lo hice cuando las piedras de los muchachos ya habían surtido efecto y el panal cayó a mis pies justo cuando yo estaba atravesando la puerta de salida. Las santiguais se alborotaron y quedé dentro de una nube negra que giraba como un remolino a mi alrededor; yo salí corriendo con las avispas pegadas en mi cabeza y espalda y toda la muchachada más atrás, incluido el Padre López, a punta de cuadernasos y manasos a ver si de alguna me salvaban. Creo que batí el récord de los 400 metros planos en toda la cancha de fútbol hasta que vino la calma. Ahí fue cuando este hombre me dice "Saldaña, el de las avispas, Claro que recuerdo, cómo me voy a olvidar" y, claro, nos dimos un fuerte abrazo. Tuve picaduras muy dolorosas en toda mi espalda y cabeza, pero una en el cuello fue la que más me afectó, pasé con mucha fiebre y dolor durante la noche y me perdí la misa del día siguiente porque no pude asistir al colegio ya que no podía mover mi cabeza ni para la derecha, ni izquierda ni para adelante ni atrás por causa del dolor, y así estuve varios días. Si tú, el que ahora lees, que ya peinas canas o tienes poco o nada que peinarte y estudiaste en el Don Bosco de Piura, primero B, el año 1969 y crees recordar algo, no lo dudes, ese soy yo. Un abrazo.

3 jul 2022

A BUEN ENTENDEDOR POCAS PALABRAS

A propósito de mis grandes deseos de viajar a Lima y cumplir con la invitación de mis primos "Guaraguaos" y "Chiquitines" o a quien le pueda interesar he recordado lo que sigue y que para que se vayan preparando quiero compartirles: "Cuando ya era un muchacho grande mi madre me envió a Lima para pasar una temporada en casa de unas tías que eran bastante acomodadas. Previo al viaje las recomendaciones no faltaban y las más importantes eran que sea un muchacho respetuoso con todos, sencillo y principalmente que a la hora de las comidas dejara de ser pechugón y que comiera lo que me pusieran en la mesa. Me dijo que si me preguntasen por ejemplo qué presa de la gallina más me gustaba yo respondiese "la cabeza y el pescuezo"; y no la pechuga que era mi preferida, y que ellas ya sabrían agradarme con lo mejor. Así que desde la primera vez que me lo preguntaron y que yo de sonso les respondí tal como mi madre me lo había recomendado siempre que mataban gallina la tía decía: La cabeza y el pescuezo denle a Pablito que es lo que a él más le gusta. Y yo tuve que pasar una larga temporada con ellas aguantándome las ganas". Esto lo contó cuando yo era un niño, recuerdo, mi tío abuelo Pablo Ruesta Mastallier un día que justo habían matado gallina y él estaba de invitado al almuerzo. Mi abuelo, mi querido y grande Papá Kiko, sentado a la cabeza de la mesa le dice a mi madre: Tere, sírvele la pechuga a mi hermano que te acaba de mandar una indirecta bien directa. "Si, ya lo oí" dijo mi madre.

14 mar 2022

LA BURRA PIZPIRETA

DEDICADA AL SR. EGUDALDO ZEGARRA NONAJULCA, EN CHICLAYO

Es verdad Zegarrita que al mirar esos letreros por encima de la cama más parecen placas fúnebres que anticipan la partida de quienes aún no quieren irse. Letreros escritos con tu nombre, como apurados, uno más, dos más, las cantidades que sean, listos para ser reemplazados dejando las camas para otros que aferrándose a la vida entregan todo en manos de quienes curan.
Ojalá pudiésemos alguna vez reencontrarnos, no en ese mismo lugar que aunque sagrado ya no quisiera estar; en otras condiciones sí para seguir las charlas y termines de contarme tus andanzas allá por las sierras de Piura de la mano de tu hermanita que tan temprano se fue, o tú solo desde pequeño trabajando para seguir adelante aprendiendo, batallando y con tu salud completa sin nada molestando.
Claro que hicimos una buena amistad, cuatro o cinco días en el mismo cuarto fue suficiente para que en medio del dolor, la incomodidad y el peligro nos conociésemos; yo poniéndome en tu sufrimiento y tú en el mío y esperando la buena mano del médico y la respuesta del cielo para salir triunfantes.
Esta vez le sacamos la vuelta a la vida Zegarrita porque seguimos viviendo y porque la vida se nos pasa como si ella misma quisiera matarnos, y ella misma es la que algún día nos mata.
Orgullosa está Chiclayo de tantos edificios en donde con tu brazo experto en paletas, plomadas y palanas con ladrillos y cementos han sido levantados. Así sigue, con tu mente palaneando y esculpiendo ladrillos tras ladrillos que eso a ti te gusta, hasta el cansancio, para que de noche cuando llegues a tu casa los brazos de tu esposa, señora tan bonita y admirable, te reciban, sus manos te toquen y agarren las tuyas como en el hospital lo hacía cuando iba a visitarte.
Este cuento corto de un aficionado como yo lo dedico a tu amistad y al aprecio que llegué a tenerte. Espero Zegarrita, Dn. Egudaldo, que te encuentres ya recuperado, que te hayas sanado o estés sanando, como lo estoy yo, para alegría de los tuyos, eso espero. Lanzo una plegaria al Cielo a tu nombre Zegarrita, Dn. Zegarra, Zegarrita. Algún día nos encontramos.
Un abrazo.


Entre Chiclayo y Piura,

no sé si yendo pa’yá

o viniendo pa’cá, que,

siendo igualitas,

da lo mismo

vivía una burra pizpireta,

pituca de los Altos Montes,

que gustaba aparentar su encanto, elegancia y hermosura

dando vueltas en la Plaza

seguida de su fiel pareja.

Ella adelante y el burro atrás

deslumbrando al vecindario su belleza

exigiendo al cholo de su marido

acompañarle en su raro estilo.

 

Cierta tarde acostumbrada

en el lomo del arrebatado burro

unas moscas se posaron

a cavar su pellejo descosido

y la picazón enorme

obligó a pedirle

que le rasque con sus uñas

como había prometido;

pero ella no recordaba,

sólo las moscas le espantaba

con la rama de un overo

que sujetaba muy veleta,

en la punta de su jeta.

 Y las moscas injuriosas

lo atacaban con más fuerza

y el pobre piajeno

con su respiración atascada

limitaba su rebuzno

a una cara alargada

pa’ no hacer quedar mal

a su amada apitucada

quien con la mayor elegancia

sin soltar del hocico su ramita

golpeaba su espaldita

para espantar el mosquerío

que cada vez aumentaba

y la picazón... ¡Ay!

al burro no le pasaba.

 

Entre sus orejas el burro recordaba

troncos, palos y horquetas

de su libertad en los campos

en donde sin leyes impuestas

a su espalda rasqueteaba

cuándo y dónde su voluntad ordenaba.

¡Ahora entre moscas perecidas

que prefieren su espinazo,

ay, cómo lo hubiera cambiado

por un fuerte chicotazo!

y con sus ojos suplicando

¡chola linda!

¿qué te cuesta estar rascando

la espalda de tu marido

en vez de ir caminando?


Los milagros acontecen,

después de otra vuelta dar

la espalda del animal

rozó con un algarrobo

cuyo tronco le raspó

el espinazo rajado

y el burro se olvidó

de toda galantería

y con su espalda arremetió

justo donde él quería.

 

Las moscas al espantarse

no tenían dónde ir

buscando dónde posarse

el lomo de la burrita

que pretenciosa lucía

no dudaron invadir

pa’gujerear su cuero seco

que se esforzaba en lucir

y la picazón que no aguantaba

ya no pudo resistir.

Aguaitando a su marido

lo vio tirado en el suelo,

quien sin mejor consuelo

en un baño polvoriento

hacer las moscas huir.

 

Bien arriba del algarrobo

dos bandadas de choquecos

invisibles festejando

muy de fiesta alborotados

de la cazuela mirando

a la burra pizpireta

con sus patas hacia arriba

en otro hueco escarbando

entre ramas y horquetas

su espinazo está rascando,

exagerando, que hasta polvo levantaba,

a todo ojo cegando

y el burro aprovechando

se levantó desde el suelo

y a patadas invitando

hizo levantar la burra

que, al notar sus intenciones,

patitas pa’qué te quiero

como un rayo zumbando

y el burro atrás de ella

rienda suelta a sus instintos

le quitó la pituquería

montándola rebuznando.

 

 

Mario Marcelo Saldaña Ruesta

24 de julio 2020

 

9 mar 2022

MIS "PIESECITOS"


Me queman mis "piesecitos"

en medio "deste" arenal

el sol requete caliente

ni me deja caminar.

 

No traje ni mi camisa

ni tengo dónde pisar

la arena tan menudita

parece un espinar.

 

Me queman mis "piesecitos"

pa' cruzar este arenal

¿dónde está mi algarrobito

dónde estás algarrobal;

no ven que quiero cruzar

este ardiente pampanal

y que ni quiere el aguaterito

llevarme en su animal?

 

Los veo desde muy lejos

no llego a mi algarrobito

no llego al algarrobal

me queman mis "piesecitos"

no consigo ni caminar

y no traje ni mi camisa

pa' tener dónde pisar

y ni quiere el aguaterito

llevarme en su animal.

 

Alcanzo a mi algarrobito

alcanzo el algarrobal

qué rica que está la chicha

ya consigo descansar

y llega el aguaterito

arreando a su animal

y no me quiere llevar.

 

Preparo otra carrerita

diviso otro algarrobal

me queman mis "piesecitos"

a través del arenal

y no traje ni mi camisa

pa' tener dónde pisar

y ni quiere el aguaterito

llevarme en su animal.

 

Me queman mis "piesecitos"

pa' cruzar este arenal

¿dónde está mi algarrobito?

¿dónde estás algarrobal?

 

Plantados dentro de mi pecho

sombreando este arenal

ha "quedao" mi algarrobito

ha "quedao" mi algarrobal

adornando muy contentos

este bello transitar.

 

Ya no queman mis "piesecitos"

ni nunca más van a quemar.

 

  

Mario Marcelo Saldaña Ruesta