16 feb 2024

Ni las del Niágara.

El día posterior a las cirugías de cataratas,luego de habérseles retirado el parche del ojo y haber sido examinados por el médico los pacientes tuvimos que esperar en una sala a una enfermera que nos daría una charla sobre los cuidados a tener durante una buena porción de días para que la cirugía no se complique por algún desarreglo. Calculo que éramos 40 o 50 recién operados aparte de sus respectivos lazarillos que atentos nos esperaban y cuidaban para no dar un tropezón que nos llevaría nuevamente al quirófano si es que me dejo empuñar. Mientras esperábamos, las conversaciones eran interminables; imaginen Piura donde se ahogan las alegrías y se desahogan las penas hablando. Así que las anécdotas para no creer de algún u otro conocido salieron a flote en una conversación interminable. Una contaba que su vecino el Gordo Jacinto después de llegar a su casa allá en el Bajo Piura, ya sin parche en el ojo, para mitigar el calor sofocante tendió su petate en el patio detrás de su casa donde cae la sombra y se quedó dormido. Todo piurano macho y barrigón duerme con la boca y los ojos entreabiertos, y una de las gallinas muerta de hambre porque se habían quedado solas y no hubo nadie que les llene el buche, al ver el brillante que Jacinto tenía en el ojo al instante lo picoteó arrancándole el flamante cristalino. El Gordo Jacinto fue llevado de vuelta a la emergencia y el daño no lo pudieron reparar. Luego volviendo encontraron que la gallina había picado tan fuerte que el vidriecito pegó el pico de arriba con el de abajo; y que no la podían agarrar para matarla y mandarla a la olla porque su pico torcido brillaba y parecía embrujada y que al mirarla daba miedo y que ningún vecino por lo mismo no la quería ni regalada y que la gallina murió viejita ya que el Gordo nunca la pudo agarrar y matar, daba su vida por eso, porque se había quedado tuerto de un ojo y por el otro casi ya no veía. Le pregunté cómo se había hecho viejita si no podía comer, eso es lo que nadie se explica me dijo; terrorífico le respondí. Sí, tenga cuidao con sus gallinas. No tengo, le dije ¿ah sí? me respondió. Lo escuché como un presagio y he prometido no ir ni al mercado ni donde haya ni pajaritos. Interrumpió otra diciendo que a su comadre la habían operado también y luego de sacarse el parche se puso a desgranar choclos para hacer tamales y que un grano de choclo saltó a su ojo y que el vidriecito saltó pa' los tamales y ella saltó pa´la emergencia otra vuelta. Otra abuelita que se había quedado un día hospitalizada y se moría de nostalgia de su nietecito, al llegar a su casa venga pa’cá mi ñañito y suáz de un manotazo del churre vidrio pa´fuera. Otra que otro, su primo fulano, que al ponerse los lentes oscuros todos chambones que había comprado y que son de suma utilidad para opacar el resplandor, no calculó bien al ponerlos y la patita del lente en vez de ir a la oreja nada más ni nada menos la clavó en su ojo. Adiós cristalino. Hasta ese momento tenía ganas de levantarme de la silla y no escuchar un cuento más, pero si lo hacía perdía el asiento y había como veinte esperando que alguien se desmaye de calor o abandone su lugar, y el mío era uno de los mejores porque lo había conseguido a codazos por la presencia de un ventilador que daba aire justo encima de la cabeza. Por fin una señora riendo fuertemente que mostraba la ausencia de sus incisivos hasta la úvula nos tranquilizó por un momento porque hasta ahora no había nada para reír, contó que conoce a un hombre que junto a 4 ó 5 dóbermans era guardián nocturno en un almacén muy grande. Al salir del hospital tuvo que ir al trabajo para no perder su empleo. Y de noche para dormir se puso el parche en el ojo como le habían recomendado, ¡carajo! si era guardián nocturno no tenía por qué dormir, y que al sacar los perros del canil estos por el parche lo desconocieron y lo molieron a mordiscos que lo mandaron al hospital. Felizmente no perdió el cristal, mejor ni el ojo, pero sí un pedazo de nariz y parte de una de sus orejas, y que además quedó cojo por un mordiscón en la rodilla. Que los amigos no saben qué chapa ponerle porque tiene tantas y que últimamente simplemente le dicen "Perro" y él buenamente responde. Claro que nos reíamos por lo que contaba, y habla serio pues señora. Serio, serio se los digo; si yo lo conozzzco. Y con gran consuelo que todos “estábanos” esperando nos dice "Pero lo bueno es que ve". "Braaavo", respondimos automáticamente y en coro. Por fin llegó la enfermera, nos dio las recomendaciones, y la vida continúa.

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